Madonna me empuja a escribir. Y aterrizo
en el mar de la tranquilidad con toda la suavidad que consigo reunir en
tan poco tiempo.
Y ahora un repaso a las cosas que se pueden hacer una semana cualquiera de octubre. El lunes iré a ver Cosmópolis (estaba prevista para antesdeayer, pero al final no pudo ser). El martes FIESTA (japonesa en principio). El viernes concierto (ruidista) y FIESTA (sorpresa). Y el finde recogimiento y meditación en mis cuarteles de otoño. Ojalá todas las semanas fueran tan ilusionantes como la que viene. Ya que vamos a morir, que sea con las Converse puestas.
El concurso de gilipollas sigue en lo más alto. Me aburre sobremanera toda la tontería sociopolítica que me rodea. No dan más de sí. Veremos cuándo empiezan a rodar las cabezas.
Ayer no encontré ningún libro que me sedujera. Horas muertas sin hacer nada que no conducen a ningún sitio de provecho.
Mi disco duro portátil herido ha resucitado (previo pago de 64 euros), pero está a salvo por tiempo definido, así que he tenido que comprar uno nuevo, y de los buenos, para transfusionar mis tesoros visuales. La periferia informática me rodea con tres torres de homenaje al frente. Gigas por un tubo contra la máquina tonta.
Hoy me he emocionado viendo una actuación de David Bowie de hace una decena de años (y eso que sólo eran dos canciones), y he comprobado la buena forma que gasta Blondie (hay tres magníficas nuevas canciones a disposición de los mortales inteligentes). The Human League y Don't You Want Me me recuerdan que estoy vivo, cosa de la que me alegro infinitamente. Este cuarto trimestre creo que me colocará en órbita de nuevo. Cambios importantes para afrontar nuevas metas. Reciclarse o morir.
Y ahora un repaso a las cosas que se pueden hacer una semana cualquiera de octubre. El lunes iré a ver Cosmópolis (estaba prevista para antesdeayer, pero al final no pudo ser). El martes FIESTA (japonesa en principio). El viernes concierto (ruidista) y FIESTA (sorpresa). Y el finde recogimiento y meditación en mis cuarteles de otoño. Ojalá todas las semanas fueran tan ilusionantes como la que viene. Ya que vamos a morir, que sea con las Converse puestas.
El concurso de gilipollas sigue en lo más alto. Me aburre sobremanera toda la tontería sociopolítica que me rodea. No dan más de sí. Veremos cuándo empiezan a rodar las cabezas.
Ayer no encontré ningún libro que me sedujera. Horas muertas sin hacer nada que no conducen a ningún sitio de provecho.
Mi disco duro portátil herido ha resucitado (previo pago de 64 euros), pero está a salvo por tiempo definido, así que he tenido que comprar uno nuevo, y de los buenos, para transfusionar mis tesoros visuales. La periferia informática me rodea con tres torres de homenaje al frente. Gigas por un tubo contra la máquina tonta.
Hoy me he emocionado viendo una actuación de David Bowie de hace una decena de años (y eso que sólo eran dos canciones), y he comprobado la buena forma que gasta Blondie (hay tres magníficas nuevas canciones a disposición de los mortales inteligentes). The Human League y Don't You Want Me me recuerdan que estoy vivo, cosa de la que me alegro infinitamente. Este cuarto trimestre creo que me colocará en órbita de nuevo. Cambios importantes para afrontar nuevas metas. Reciclarse o morir.